miércoles, 24 de octubre de 2018

VOLVIENDO A LOS ORÍGENES

Que yo recuerde, ya a los 9 años me planteaba y elaboraba mis experiencias cotidianas. Por aquel entonces, en mi comunión me regalaron un diario y fue éste el primero de muchos otros que escribiría a lo largo de mis 41 años de vida.

Ya desde pequeña, me llamaba la atención la gente diferente, la que se quedaba aparte o la que apartaban. Intuía que algo en su interior no funcionaba bien y, de alguna manera, mi corazón se removía dentro de mí. 

Siempre empatice mucho con este tipo de personas, con las que llamaban la atención por algo negativo. También cuando algún amigo atravesaba alguna mala situación. Era capaz de ponerme en su lugar y, de manera natural, salía de mí algún tipo de consuelo.

Con los años, yo misma me convertí en una persona así...

Quizás todo fue porque, ya de bien pequeña, algo no funcionó bien dentro de mí. Porque ya de bien pequeña tuve que nadar contracorriente. Me sentí obligada, para sobrevivir, a dejar de escuchar mi propia voz para ser "otra", la que fuese, cualquiera que no fuese yo misma. Y, con esa sensación interior, conectaba rápidamente con todo aquel que atravesaba una situación similar.

Al haberme desconectado de mí de una manera tan esencial, nunca conseguí adaptarme a este mundo. Ahora entiendo que era algo imposible. Mi desconexión fue tan primitiva que invertía la mitad de mi energía en mantenerme desconectada mientras la otra mitad gritaba por hacerme ver la situación real que estaba viviendo. Ante este panorama, era imposible que pudiese simplemente "vivir" en paz cualquier situación, por pequeña que fuese, de mi vida.
Prácticamente todos los seres humanos estamos desconectados de nuestro ser esencial. Depende de la vivencia concreta infantil que el grado de desconexión será mayor o menor y, por tanto, la "adaptación social" será de un modo y otro.

He sufrido durante muchos años. Sobretodo por querer adaptarme a este mundo y que esto no me haya resultado posible una vez tras otra. Sin embargo, a día de hoy, con todo lo vivido y aprendido, mi mirada sobre toda mi trayectoria de vida ha dado la vuelta 360º. 

Ahora, soy plenamente consciente de cómo nuestra vivencia infantil y juvenil condiciona nuestra vida adulta. Soy consciente de cómo, por todo lo que vivimos, creamos un personaje que nos aleja de nuestro verdadero ser esencial para adaptarnos a este mundo. Pero este mundo es un teatro, es una falacia. Y, vivir de ese modo, desconectados, nos va destrozando día tras día...

Y es por eso que, a día de hoy, me siento agradecida por haber sido diferente. Me siento agradecida por haber vivido una no muy grata experiencia infantil que me ha impedido adaptarme a este mundo. Me siento agradecida porque, precisamente por eso, ahora puedo poner en duda mucho de lo que se da por cierto en este mundo.

Por todo ello, me siento afortunada por pertenecer a este gran grupo de personas que hemos abierto nuestra conciencia, nuestro corazón. Que creemos firmemente que existe otra verdad, la que nos permitirá volver a ser libres. La que nos permitirá VOLVER A NUESTROS ORÍGENES y con ello, por fin, poder vivir en paz...








Y además...

NUESTROS ESPEJOS

Lo que vemos afuera es lo que podemos ver dentro de nosotros... Si no somos capaces de vernos a nosotros mismos, es imposible que podamos ...

Otros artículos interesantes